lunes, 1 de diciembre de 2014

Tu zona de confort

Serie: Con Espíritu Constructivo

¡Sal de tu zona de confort! Quizás sea la frase que, como un mantra, más se repite en el ámbito del desarrollo personal y profesional.
Conocer el significado de las palabras no implica saber lo que hay que hacer ante tan sencilla prescripción.
Expresiones como cruzar los límites, abandonar tu comodidad, traspasar tus fronteras, romper tus barreras, vencer tus miedos... hacen referencia a la realidad de manera metafórica y poco motivadora. Por un lado quienes prescriben utilizan un lenguaje que, a nivel inconsciente, puede conectarte con un sentido de perdida (romper, abandonar...) y por otro, dan la impresión de que existe algo  físico, tangible que hay que superar (barreras, límites...).
Además, tampoco se suele indicar dónde ir una vez que has salido, lo que puede suponer un inconveniente para algunas personas.

Un punto de partida, es saber a que nos referimos cuando hablamos de zona de confort. Si pensamos en un neonato ¿Dónde está su zona de confort? Los bebés se mueven continuamente. Nacemos con un deseo innato de explorar el mundo, encontramos placer en ello y un subproducto muy útil en el proceso es el aprendizaje.
Cuando exploras (te empiezas a mover y tienes experiencias) si algo sale mal, puede suponer un castigo a esa conducta específica, pero sigue siendo un premio a la exploración.
Así, a través de la experiencia, construimos una comprensión  del mundo que nos permitirá hacer lo necesario para cubrir nuestras necesidades.
Con el tiempo, nuestro deseo de explorar va decreciendo y curiosamente el éxito es una de las cosas que más negativamente influye en este sentido. Si tienes una manera exitosa de hacer algo, normalmente no te aventuras en otras formas nuevas de hacerlo.

Otro freno importante, lo constituye la educación formal. Se penaliza en exceso el error, hasta el punto de equipararlo al fracaso. Sería mucho más útil, reconocer en el error una fuente de información impagable pues te proporciona evidencias claras de lo que no funciona. La sociedad, reflejo normalmente del sistema educativo, también asemeja el error con el fracaso.

Todo esto, contribuye a que nos mantengamos haciendo cosas  con las que nos encontramos cómodos, porque prevemos bastantes probabilidades de éxito. Es nuestra zona de confort o comodidad.
Pero el mundo cambia, nosotros cambiamos y nuestras necesidades cambian también. Con el tiempo no estamos logrando nuestros objetivos y sin embargo seguimos haciendo lo que siempre hemos hecho. El miedo al fracaso, se ha apoderado de nuestro placer por explorar de una forma significativa y calmamos nuestro “ansia de saber” con información de muy baja calidad (algo que conocen bien los productores de ciertos programas televisivos).
Para salir de "tu zona de confort", no es necesario romper nada ni hay que abandonar nada tampoco. Se trata de ir más allá de donde estés en este momento, en cualquier dirección importante en tu vida o simplemente por el puro placer de explorar el mundo. Es adentrarte en lo desconocido. Poco a poco  te irá resultando familiar y formará parte del ámbito de lo conocido. Además, con la novedad, se enriquecerá tu comprensión del mundo y eso a su vez te facilitará implicarte en nuevas experiencias.
No temas al miedo, como apunté en el post anterior, comprender su valor y aprender a gestionarlo puede ser de gran utilidad.Ve un poco más allá de donde estés por el puro placer de explorar, recupera esa habilidad que tenías de niño y disfruta con ello.

En Area de Liderazgo, estamos comprometidos con el Desarrollo y eso implica ir más allá de donde estés, y como expertos sabemos como hacerlo. Hay distintas maneras  y es útil hacerlo de forma segura. Pero este es otro asunto...

Autor: Maxi García.

miércoles, 29 de octubre de 2014

La inteligencia fracasada


Serie: Actualidad.

La inteligencia fracasada es el título de un libro de José Antonio Marina (Ed. Anagrama 2004)
Dice el autor sobre el error:
 Se da cuando lo que nos parecía evidente queda bruscamente tachado por una evidencia más fuerte todavía.

Y añade 2 ejemplos:
1. Creía que había apagado la luz del despacho, pero compruebo que no fue así. 
2. Confiaba en una persona, pero los hechos me demuestran que estaba equivocado.(Este ejemplo podemos conectarlo con la actualidad política reciente)

...el fracaso de la inteligencia aparece cuando alguien se empeña en negar una evidencia, dice también el autor.

Nosotros (y sospecho que si Ud lo piensa también) hemos llegado a notar como alguien cae en el error, pero también es cierto que no niega una evidencia,  lo que ocurre es que ese alguien, no tiene  evidencias sobre el juicio que verbalmente hace.
Ejemplo: Dos compañeros de trabajo, A y B mantienen una conversación mientras caminan por el pasillo hacia la máquina de café a media mañana.



 También A, podría haber respondido a la pregunta ¿Cómo lo sabes? De la siguiente manera




        Otra posibilidad más, hubiera podido ser:
 
 
Una evidencia es una certeza clara y manifiesta de una cosa, de tal forma que nadie puede dudar de ella o negarla.
 Desafiar evidencias te permite ámpliar la información disponible de modo que la evaluación de la realidad y las eventuales decisiones basadas en esa evaluación, ganen calidad y certeza.  

...Tambien puede ser divertido, incluso entretiene, pero cuidado, en el tercer desafío, también te puedes quedar sin amigos. Una evidencia de ello, podría ser que  acabas tomando el café a solas.   
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Autores: Javier Fidalgo y Mauricio García.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Juan sin miedo...qué horror !!

Serie: Aprendizaje
El personaje del cuento de los hermanos Grimm al que hace referencia el título de este post, se caracterizaba por enfrentarse a enormes peligros sin temor alguno y afortunadamente para él,  sin consecuencias apreciables.
El diccionario de la R.A.E., incluye dos experiencias principales a las que hace referencia la palabra miedo. Una de ellas, es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. La otra, la aprensión que uno tiene de que le suceda una cosa contraria a lo que desea.


Hay tantas experiencias vinculadas a la palabra miedo, como seres humanos pasando por la experiencia. Lo que tienen en común casi todas, es un sentido de alejamiento de ese riesgo, para acercarnos hacia lo que consideramos seguro.

Como todas las emociones, el miedo tiene una función: ¿Cómo íbamos a saber si no cuando actuar de una manera precavida ante un peligro real o potencial?...


Leí en un artículo relacionado con el coaching: ...“es necesario salir de la zona de confort y ser consciente de que el miedo no sirve para nada”.

Lo alarmante no es que la persona que escribió esto no tuviera ni idea de para que sirve el miedo, lo que preocupa es que muchas personas quieren deshacerse de los llamados “malos sentires”, porque nadie les ha enseñado que realmente tienen una función positiva. Por eso es importante en desarrollo directivo conocer cómo  funcionan las emociones y considerar a las personas de manera holística.


La realidad es que no hay emociones buenas o malas, positivas o negativas. Muchos de estos “malos sentires” aparecen en respuesta a algún asunto, que es lo que habría que investigar  en lugar de deshacerse de ellos sin reparar en si es o no apropiado. No apagarías la alarma de incendios de un edificio sin investigar primero, sólo porque te molesta el ruido ¿no?...



También está el “miedo anticipatorio”, claramente relacionado con cómo utilizamos nuestra habilidad de imaginar. Cuando imaginamos ¿Sabemos diferenciar la imaginación realista de la fantástica? ¿Y entre lo que es posible, probable e incluso imposible?


 Es cierto que cuando salimos de la zona de confort, cuando buscamos desarrollo, el miedo puede entorpecer el proceso, bien por no ser la respuesta más adecuada o por la intensidad. Pero si es apropiado,  no prestarle atención o deshacerse de él, puede ser contraproducente.



Al final del cuento, Juan consigue su ansiado objetivo de conocer lo que era el miedo. Quizás con ello aprendió lo qué era sentirse seguro...¿Y cómo hacemos para desarrollar esa sensación de seguridad? ...  (To be continued)



Maxi García

lunes, 8 de septiembre de 2014

¿Cómo están las cosas?

Serie: Aprendizaje
Si preguntamos a alguien ¿Cómo están las cosas? Es posible obtener una respuesta en terminos de  "bien" o "mal". Parece una pregunta superflua, pero según sobre el qué o sobre quién preguntamos, en función de la responsabilidad  que  se atribuya quien contesta notaremos cosas interesantes...

Veamos (leamos):

Si pregunta Ud a alguien sobre un colaborador ¿Cómo están las cosas con Mengano en el trabajo? Contestará en términos de "bien" o "mal" cuando -probablemente-,  el que contesta no se siente muy responsable de lo que hace profesionalmente Mengano (piénselo). Quizá porque  no nota mucho más como para añadir algo al "bien o mal"  y/o  por que no siente el trabajo que hace Mengano con  un alto  grado de responsabilidad (no queremos decir  que quien contesta sobre Mengano "bien o mal" sea un irresponsable en su trabajo, solo que lo que hace su colaborador Mengano en el trabajo, no lo siente como cosa suya).


Imagine ahora que preguntamos a  un profesor/a de un colegio  sobre un alumno concreto: ¿Cómo está Martín, el niño que llora tanto? Si el profesor se siente responsable de su trabajo dará ciertos detalles y hará distinciones sobre su estado (le cuesta leer, en el recreo no se relaciona con muchos niños, en el comedor se sienta siempre aparte, en clase es obediente pero no participa,  etc).
 Por el contrario, no se sentiría responsable de Martín, -el alumno que llora-, si el profesor sólo sabe que está llorando.
 Sentir cierta responsabilidad sobre su trabajo le llevaría a saber por qué llora, cómo ha llegado a llorar, cuando lo hace, incluso de qué manera puede hacer que deje de llorar...

Cuando notamos cómo están las cosas es, posiblemente, porque  nos sentimos responsables de ellas, notamos como están, por qué están así, y cómo han llegado a estar así, incluso hay algo más importante, y es que sobre lo que notamos hay posibilidad de hacer más.

Mauricio García.

miércoles, 11 de junio de 2014

El valor de la Diferencia

Serie: Con Espíritu Constructivo

Todo aquello que no eres capaz de notar es como si no existiera.

Nuestros sentidos (vista, oído, gusto, olfato y tacto) están activos biológicamente sin que haya necesidad de activarlos previamente y a partir de aqui, priorizamos lo que nos interesa en el mundo dentro del rango de lo que somos capaces de notar, bien sea consciente o inconscientemente.

Notamos lo que hace diferencia notable; Hay diferencias que nuestros sentidos no pueden captar por que no entran en el rango visual, auditivo o táctil. Y otras que entrando por nuestros sentidos, al no tener distinción posible, notamos pero no sabemos qué y por eso no diferenciamos (notar, únicamente, no hace diferencias).

 Es necesario disponer de un abanico de distinciones posibles (y cuantas más mejor) para dar existencia a algo que ocurre y a ser posible con la mayor precisión posible ¿Por qué? Lo explicamos con un ejemplo.

"Recientemente mi coche se quedó bloqueado y no arrancaba. La palanca del cambio automático no admitía movimiento alguno. Ante esta situación, llamé a la grúa y se llevaron el coche al taller...

...Ya en el taller, conectaron una máquina de diagnóstico al coche para averiguar el motivo del bloqueo, tarea a la que no fué capaz de responder la máquina. A continuación me llamó el responsable del taller (un ser humano) que ignoraba -no sabía- la manera de responder al problema."

Entre mis compañeros de trabajo hemos  constatado  como la objetividad de las máquinas, de forma casi imperceptible, van minando la capacidad subjetiva de notar diferencias. Tengo 48 años y recuerdo como no hace más de 25, el operario de un taller de coches, a través de la exploración visual,  auditiva, el olor o el tacto al arrancar el coche, tenía la capacidad de hacer distinciones, de notar con cierta precisión qué era lo que ocurría ahí...de averiguar el problema. Lo hacía de forma subjetiva utilizando sus sentidos y su experiencia para hacer diferencias, me atrevo a decir que además, era certero en sus predicciones.

No es nuestra intención extender esta circunstancia a todas las actividades profesionales y sí es la de cuestionar en qué contextos la capacidad de hacer distinciones, y poder así "hacer diferencias" (con la ventaja añadida de que puedes convertirte en experto) no debería ser excluyente del diagnóstico de una máquina.

Aporta, por favor, tu opinión en los comentarios: ¿Qué ocurre en tu actividad profesional?

Y si nos ayudas a divulgar, twittea esto: El valor de la diferencia


Autor: Mauricio García.